Enrique Llopis (Cantante y Compositor)

RAMÓN AYALA

: De profesión artista

Cuando se menciona a Ramón Ayala, no son muchos los que saben que se trata de uno de los compositores más cantados en la Argentina. Sus canciones, que pintan al hombre de modo inseparable del paisaje, han ido de boca en boca siguiendo ese camino que no figura en los mapas, hasta convertirse en clásicos. “El Mensú”, un apodo con que se lo identifica desde hace largos años, es a la vez el título de su tema más celebrado. Ramón Ayala es, además, un artista completo, un creador multifacético que, además de hacer canciones y de tocar una guitarra de diez cuerdas, pinta cuadros en los que refleja sus queridos paisajes litoraleños y escribe libros donde vuelca sus vivencias y su prolífica imaginería. Este hombre amable, de modos suaves y de amplia cultura, nació en Misiones y fue anotado por sus padres con el nombre de Ramón Cidade, que después cambiaría por el apellido que todos conocen. En su largo camino por los escenarios, el Mensú visitó países lejanos, recorrió Europa, Asia y Medio Oriente, llevando siempre su paisaje misionero en el fondo de los ojos y en su corazón de poeta. Su particular manera de expresarse, apelando a imágenes poéticas, se manifiesta desde el saludo: R. A. Me honra que me hayas elegido para esta charla creacional, que viene arrastrando tiempos, países, historias…como suele suceder con todo artista trashumante que se quiera ver alguna vez en su vida asomado al mundo. Yo soy un producto del asombro, que es el único camino que puede tener un poeta (un poeta que no brota del asombro no es un poeta). El asombro de contemplar una abeja volando, el asombro de asomarse a los ojos de un niño, el asombro de un amanecer color esmeralda, el asombro del amor que se da a través de una mirada, de un relámpago de la sangre. Entonces, aquel que no llega a darse cuenta de esa magia, mejor que enfunde los pinceles o la lapicera y no haga nada, porque no va a poder decir nada. Porque todo está dicho, pero sólo si miramos las cosas con ojos nuevos, producto del asombro. Sólo así un artista puede vestir toda esa magia con una luz especial. E. LL. Para empezar quisiera que me cuentes y le cuentes a la gente cómo fueron tus primeros pasos en la vida. Yo nací en Misiones, en Garupá, pero me anotaron en Posadas, porque no había Registro Civil en ese tiempo tan lejano. Eramos 5 hermanos que vivíamos con nuestros padres, hasta que murió primero mi padre y yo fui el último ser que lo vio en un Hospital, el Hospital Madariaga. Más tarde, ya en Buenos Aires, estudié en la Escuela de Quinquela Martín. Vivíamos en Dock Sud y en mis cuadernos de dibujo de 3er. grado dibujaba los desembarcos antiguos, cuando los barcos entraban al río de la plata y los pasajeros eran transportados a tierra en las carretas. Todo ese mundo yo lo dibujaba en tiza, en el pizarrón y hasta me sentaba en el escritorio del maestro. Un día vino Quinquela y se quedó interesado en cuanto al dibujo y a los colores que yo utilizaba. Hace poco tiempo hice una muestra en el Quinquela Martín y ahí expuse, entre mis cuadros actuales, aquellos cuadernos dibujados de la escuela. Fue muy emocionante. Es casi obligatorio preguntarte por tus comienzos como compositor. Yo creo que la composición, como el canto en sí, es como una respiración del organismo, del corazón, del alma. Es una necesidad. Nadie canta porque sí. Canta porque lo siente y, a veces, no se da cuenta cuando canta porque ahí está actuando el otro ser que lleva adentro. Lo mismo ocurre con la composición. Uno tiene adentro un secreto ser que lo condiciona, que está agazapado dentro de uno como el cazador que espera…o una sonrisa que espera un relámpago de los otros o que espera no sé, cualquier gesto que pueda despertar el milagro. Todos los gestos del ser humano y de los animales, todos los acontecimientos son maravillosos y únicos porque están signados por Dios, están creados en la naturaleza, y entonces el saberlo dimensionar, el sentirlo en la sangre y en la vibración interior es lo que te lleva inexorablemente a querer atraparlo, antes de que desaparezca: ahí nace la obra. Tal vez Beethoven, recreó con la 5ta Sinfonía a alguno que golpeó una puerta (golpea: ta, ta, ta, ta…) y allí le surgieron unos encadenamientos de desarrollo de esa temática primaria que convirtió luego en toda una sinfonía. Imagino que tal vez lo mismo pasa y habrá pasado con los grandes creadores. Y también con uno mismo, que vive asombrado y atento, porque -como antes decía- aquél que no tiene la capacidad de asombro no puede hacer nada, porque es el asombro lo que te lleva a escarbar dentro tuyo para sintonizar con la magia o con el misterio. ¿Cómo se despertó en vos esa inclinación por el arte que te acompaña desde muy joven? Yo nací a la literatura, al asombro de la poesía, a través de grandes maestros: Lorca, en principio, Machado, también en principio, prosiguiendo por Neruda, Nicolás Guillén y los poetas nuestros como pueden ser Armando Tejada Gómez, Manuel J. Castilla, Juan Carlos Dávalos y también Jaime Dávalos. Es decir que siempre me he arrimado a los árboles frondosos de la creación, nunca me arrimé a los árboles anémicos porque en cualquier lluvia, con cualquier viento iba a sufrir por falta de abrigo. En cambio, estando a la sombra de los grandes creadores uno puede aunque sea tomar un poquito de esa sombra para iluminarse. Imagino que escucharás música todo el tiempo, pero lo que no sé es qué música elegís para escuchar. Yo soy un escucha muy particular. Me gusta en principio todo lo que es música y digo música para decir bueno, porque hay obras musicales malas, que no tienen la magnitud de otras y en consecuencia, son menores. Siempre he estado cerca del litoral. Desde mis comienzos estuve cerca de los maestros del litoral: de un Tránsito Cocomarola, de un Damasio Esquivel o de un Cuarteto Santa Ana, pero al mismo tiempo he andado con la gente de los Andes y en mis comienzos integré un grupo que tenía Margarita Palacios con Félix Dardo Palorma y Kelito (Kelo Palacios) que era un muchachito de pantalones cortos. Palorma era el compañero de Margarita y habían formado un dúo que se llamaba Dávila Paz pero después ella continuó como solista siempre con el apoyo de Palorma. Hicimos giras, pero este es un renglón muy largo de desarrollar… Pero es un pasaje interesante en tu carrera y al que muy poca gente conoce… Sí, es verdad, y es graciosísimo además, porque tenía que ir vestido de smoking, pero como no tenía smoking llevaba una ropa de paisano. Entonces me fui con Palorma a la calle Libertad donde venden ropas de segunda mano o de cuarta, había una famosa frase que decía “bajámela con la cañita”, porque vos llegabas ahí y elegías alguna prenda de las que tenían colgadas. Yo elegí un smoking que me pareció agradable y me lo puse, pero apenas me cerraba porque yo era gordito, tenía 18 años y apenas me cerraba el saco, pero dije “bueno, está bien, lo dejo abierto y listo”, y me llevé saco y pantalón. Cuando llegamos a Catamarca, después de un periplo de pasar en Tucumán por unas tormentas de arena, llegó la noche de la actuación y cuando me puse el traje smoking no me cerraba la pretina, la tenía al costado, tenía una gran abertura que si bien era erótica no era presentable, así que me ligué todo con una faja negra que me llegaba justo a taparme lo que no se debe ver y me topé con otro escollo: no tenía zapatos, entonces salí de botas y de faja o sea salí de gaucho y de smóking. ¿Recordás en qué año fue aquella exhibición de elegancia? Sería el año 45… ¿Ya estabas cerca de tu primer éxito como compositor? El primer éxito se produce con El Mensú en 1950. ¿Y quién lo grabó por primera vez? La primera grabación la realizó Julio Molina Cabral, que también era pintor y yo fui un poco su ídolo en la creación. Recuerdo su versión del Poema 20 de Pablo Neruda, musicalizado por vos... Efectivamente. Él fue quien grabó por primera vez el Poema 20, pero yo no quería que lo grabara porque en ese tiempo yo era muy primario en la creación y sentía temor de ponerme al lado de semejante monstruo como era Neruda, el Aconcagua de los poetas latinoamericanos, me parecía demasiado atrevimiento. Pero un día estaba yo cantando en un cuchitril de esos donde se arman espectáculos fantasmas para el verano y rápidamente desaparecen. Era una galería que tenía un lugarcito para poco público y mientras estábamos cantando, veo a un señor que tenía puesto un grabador y entonces me arrimo y le pregunto: -¿usted ha grabado? Y él se presenta: -Ramón Ayala, yo soy Molina Cabral”. -Ah!, qué alegría verlo -digo yo y vuelvo a preguntarle- ¿y por qué ha grabado? -Porque me encantó su obra, me encanta su obra, y esta la quiero grabar. -Mire, no va a poder ser porque no tengo la autorización de Neruda y sería muy triste ir a parar a prisión, -le dije, mientras ya imaginaba alguna una actitud violenta en contra mía. -Espere un poco que intente ubicarlo en Isla Negra o en algún lado y veamos si podemos conjugar esto. -Quédese tranquilo Ramón -me dijo- cuando usted me avise yo lo largo. Así las cosas, un día, escucho que Radio Belgrano LR3 trasmite el Poema 20 de Pablo Neruda con música de Ramón Ayala cantado por Julio Molina Cabral. Entonces fui a hablar con Armando Tejada Gómez que estaba en contacto con la apoderada de Neruda, Margarita Aguirre y con ellos fuimos al sello Music Hall para detener la edición. Allí el Director me dice: -Señor, usted es un caso raro, porque todo el mundo anda buscando un éxito y usted tiene un éxito y lo viene a detener, esto no existe. Sepa usted que esta es una empresa comercial y que si lo hemos elegido a usted y a esta obra de Neruda es porque verdaderamente tiene mucho valor. Entonces le dije: -Señor, permítame por lo menos acercarme a Neruda y hablar con él antes de grabarlo. -No, -me respondió- no puede ser, porque ya está hecho el disco. Lo que podemos hacer es enviarle el disco al Sr. Neruda, que está recibiendo el título de Dr. Honoris Causa en Liverpool, Inglaterra. Es lo único que podemos hacer porque el disco ya está hecho. -Bueno, -me dije- hágase su voluntad… amén. Al tiempo llegó una nota de Neruda diciendo “muy bella la música…estoy encantado de que Ramón Ayala haya utilizado este poema mío para su música”. Al poco tiempo la grabó Ginette Acevedo en Venezuela y en Chile y ahora la acaba de grabar Joan Manuel Serrat para todo el mundo. La canción ya había comenzado a volar… Te acordás cuántos discos se vendieron de El Mensú? No tengo idea. Soy un poco anarco en ese aspecto.
Siempre es apasionante conocer la génesis de esas hermosas canciones que han hecho historia. Por eso, te quiero preguntar de qué manera nació “El Mensú”. Todas las canciones tienen su historia. La de El Mensú es bastante particular. Recuerdo que veníamos del Dock Sud con mi hermano Vicente, de la casa de un paraguayo que era dentólogo, no dentista sino dentólogo porque hacía dientes, el dentista es el que cura los dientes pero este los hacía y se llamaba Araujo. Y en consecuencia tenía relación con Elvio Romero, José Asunción Flores, Herminio Giménez, es decir con la mayoría de los paraguayos que andaban lejos de su tierra y venían a parar con sus naves y sus fauces sedientas de asados, a los domingos en que nos encontrábamos con el amigo Araujo. Yo fui un día, como decía, con mi hermano Vicente que llevaba su violín. A la vuelta veníamos en un ómnibus, que en su trayecto desde Avellaneda pasaba por el puente de La Boca, de este lado de la Isla Maciel. Él venía sentado a un costado del pasillo y yo del otro lado, o sea separados por el pasillo. Y yo le dije “Mirá Vicente, hay que hacer una canción que sea prototipo del trabajador de Misiones”. “Bueno, como no, dijo, me gustaría mucho.” “Una canción recia, un himno, un grito de la tierra, agregué.” Mi hermano se quedó sentado con su violín y por ahí lo veo que saca un papel pentagramado, comienza a escribir y me muestra: el papel decía (tararea las notas de El Mensú) Mi Do Mi Do Mi Do Mi Mi Fa Mi Si…Re Si Re Si Re Si Re Re Fa Mi La…y empezó a hacer la canción. Está bien -le dije- pero falta una segunda parte y ahí continué yo y fuimos cambiando cosas. Y así fue ingresando, por imperio del conocimiento, de lo social, de las necesidades del hombre, la palabra justa para desarrollar esta obra. Y para no apartarnos de ese impulso creativo que tan buenos frutos ha dado, ¿cómo llegaste a crear un ritmo propio, el famoso “gualambao”? Cuando uno lleva dentro el virus de la creación, uno no puede con él, con uno mismo ni con las voces interiores. Porque yo podría verme tranquilamente realizado con la canción popular, con El Mensú, con El Jangadero, con El Cachapecero, con Posadeña linda, con un Canto al río Uruguay, con Mi pequeño amor… pero sin embargo he ido a dar a otros puertos, a otras playas que, con ser de disciplinas distintas están íntimamente ligados por el latir de la vida. Siempre me atrajo lo curioso, lo extraño, aquello que viene como un presentimiento que de pronto se convierte en una palabra. Entonces, como aquellos nombres que uno no puede recordar, y lugares que andan vagando por los ríos de la sangre hasta que se concretan y aparecen… bueno, así me pasó con el Gualambao. Yo había pensado siempre que Misiones es una provincia en technicolor, digna de un Van Gogh, de un Gauguin, de un Matisse, que si hubieran percibido que existía una tierra con esos colores primarios ya puestos en el paisaje se hubieran venido con los marcos, no hubieran tenido que pintar nada. Tenían que enmarcar la tierra, nomás. Quizá suene un poco exagerado, pero algo de verdad hay. En cambio, por ejemplo, Quinquela Martín acá en el Riachuelo tuvo que inventar el color y hacer pintar los barcos con distintos colores y las casas y hasta un tranvía o un ómnibus que salía de La Boca iba pintado con los colores de La Boca, insólitos, metidos en el griserío de Buenos Aires. Entonces él tuvo que crearlo y allá estaba todo creado. Y eso fue precisamente lo que a mí me impactó. Porque yo soy un colorista por naturaleza. Yo no puedo pintar gris, o en realidad puedo, pero me tengo que esforzar, en cambio los otros colores me nacen solos porque navegan por mi sangre. Y el Gualambao tiene todo eso: es el color rojo de la tierra misionera, el violeta, el amarillo, el naranja, el azul, el verde, porque es la tierra la que canta, es un latido de la tierra (CANTA) Uruguay, misionero y pescador, por el moconal se va tu canto de sol... Y entramos en la selva con ese ritmo, entramos a un latido de la tierra, a un latido del monte y el río. Sé que escuchás música cuando pintás... Sí, siempre estoy acompañado por la música, la música te da interiormente aromas de cosas que has vivido, melodías, tiempos, rostros, nostalgias y lejanías… entonces, estás pintando algo y de pronto tenés adentro una sensación que coadyuva y que se transforma en un color. Es notable cómo funciona nuestro organismo… Hablame un poco más sobre tus preferencias musicales. Yo amo el folklore porque creo que junto con el tango es lo mejor que existe en el país. A todo lo demás que le queramos llamar “música argentina” para mí es un yerro enorme, es hacerle perder a la juventud su tiempo maravilloso encadenado a sonoridades y costumbres extranjeras e idiomas que no conocen ni conocerán jamás, y que escuchan sin saber siquiera lo que están diciendo, es muy triste eso, yo cada día estoy más aferrado a las sonoridades de nuestra tierra. En cuanto a los clásicos, soy un enamorado de Debussy. Él representa el acontecimiento más importante que ha ocurrido en la historia de la música, tal vez después de Beethoven, después de Bach, después de los grandes genios, porque Debussy junto con Ravel han logrado crear otro sentido de la armonía, han recogido las voces del misterio que habita en la naturaleza y que a lo mejor no estaban en las otras armonías más formales, más evidentes. Debussy, Ravel y otros célebres músicos le han dado fisonomía a toda esa época que nosotros llamamos “moderna”. ¿Qué estás leyendo actualmente? Me estoy informando mucho sobre la Argentina, estoy leyendo mucha historia, desde Mariano Moreno a San Martín, desde Belgrano a Juan Bautista Alberdi, estoy leyendo la vida de los próceres fundamentales que no habían vendido su alma y que luchaban por crear un país argentino. Quiero hacer un disco que se va a llamar Cantando con los próceres o algo así. Quiero una canción para cada prócer, donde su vida y su muerte esté escrita para ser cantada. Porque Moreno o Castelli son para muchos una calle y para muchos una calle olvidada. Pero nosotros, que les debemos este país y que tenemos la posibilidad de poder llegar por intermedio de una radio a miles de personas, contamos con un arma poderosísima para esclarecer como lo hicimos con personajes que no existían en la geografía mental de muchos argentinos, como por ejemplo El Mensú o El Cosechero o El Cachapecero. Nunca me preocupé tanto de lo argentino como ahora, por eso quiero empaparme bien en los temas, para crear obra que tenga que ver con los próceres que están en la trastienda, no digo anónimos, sino olvidados, quiero sacarlos y hacer un buen disco. Por ejemplo una canción a San Martín con esa magnitud de la piedra, de la altura y del infinito para ir a liberar pueblos…me agarra escalofrío de solo pensarlo. San Martín es un acontecimiento. Supongo que te gustará recorrer librerías. Por lo tanto, quisiera saber cuál es tu preferida… No tengo librería preferida, me meto en cualquier piringuindín, incluso donde hay libros antiguos, de segunda mano, con este asunto de la Triple Alianza me he metido en varias librerías, incluso en Platero, que creo está en la calle Libertad, donde hay libros científicos, de estudios. Siempre ando a la búsqueda de algo. Soy un tipo que está movido por ciertos resortes, por ciertos motores, no? ¿Cuáles son tus mejores momentos para pintar? ¿Tenés una rutina? Me gusta pintar de día, esa es la verdadera luz, pero ver el color a través de la luz cotidiana que pareciera ser blanca o amarillenta a la luz del día, sin embargo es la conjunción de todos los colores, detrás de esta luz blanca que nosotros tenemos, dentro de ella está a la manera de la luz figurada por el blanco y la sombra, por el negro y todas sus modulaciones. Son los acordes musicales del color. Ver eso y tener una pantalla cósmica en la mente, donde se transforman los colores y ahí aparecen los amarillos en el medio, (me indica en el cuadro que está pintando) y ese río termina acerado, tiene algo de violeta también y las montañitas también tienen algo de violeta y el blanco ese que no es blanco sino más bien marfil, también tiene una transformación. ¿En qué nuevo proyecto literario estás embarcado actualmente? Estoy escribiendo un libro que va a llamarse “Las historias de la abuela” o “La Guerra Grande”. Lo empecé a escribir hace como veinte años o más, cuando cayó Stroesner. Yo estaba en Paraguay reponiéndome de un accidente de automóvil (siempre estoy reponiéndome) y quedé de pronto entre dos fuegos, porque me hallaba entre el Batallón 40 donde estaban todas la fuerzas del ejército y la policía que estaba allá, cruzando el área donde yo vivía, al centro de la ciudad. Así que era un cañoneo de ametralladoras y helicópteros…y ahí se me ocurrió nada menos que escribir algo sobre la Guerra de la Triple Alianza, y empecé a trabajar. ¿Cómo es tu relación con el fenómeno de Internet? Bien, bien, yo escribo mis libros, todo escribo en la computadora, soy un mensú moderno y cibernético. Cuando estás componiendo y aparece una melodía, ¿la grabás o la escribís? A mí me vienen la melodía y la letra juntas y no sé que agarrar primero para que no se me escapen. Tengo una vertiente melódica permanente, porque debo tener un almacigo adentro de melodías, de cosas que están esperando el momento propicio. Fijate que la vez pasada se me ocurrió un caso curioso sobre el amor, una temática que no he visto escrita: el amor de dos enamorados que de pronto se separan, se acaba el amor y el amor queda abandonado en el medio de la calle en la polvareda, el amor cobró forma y está vivo y no le importa un corno los enamorados, porque él es el amor, y dice “yo fui el que estuvo en el relámpago de tus ojos, yo fui el que a ti y a él ha unido, yo soy el primer vagido de tus hijos, yo soy el que anduvo centímetro por centímetro toda tu piel, yo soy tu pasado, soy el amor abandonado, nunca sabrás cuánto de ti y de él albergo en mi ser, nunca sabrás las lágrimas secretas que tú has perdido y que todavía palpitan en mis venas, nunca sabrás las lejanías y las saudades que en este momento yo vivo, yo soy tu pasado, soy el amor abandonado”. Ramón Ayala. Artista de los pies a la cabeza. Es la definición que mejor le cabe a este hombre cuya autobiografía se llamará “Confesiones a partir de una casa asombrada”, una obra a la que está entregado con la pasión y la energía que siempre lo han caracterizado. Antes de despedirnos nos adelanta que el libro reflejará “todas sus honduras y sus misterios”, a través de un relato hecho con una prosa poética, que, “por supuesto, estará ilustrada. Con dibujos y pinturas”.

Enrique Llopis