Enrique Llopis (Cantante y Compositor)

JUAN JOSÉ MANAUTA

: El talento y la pasión de un entrerriano esencial

Se ha dicho que Manauta es un poeta con ‘sensibilidad humana’. Yo diría, simplemente, con sensibilidad. También que “su elegía no está sólo en relación con la soledad del paisaje y con un sentimiento ya más personal, por más abierto e iluminado, de su propia soledad, sino también con el drama silencioso de los desheredados. Pero es una elegía viril y cruzada de esperanza.”. Quien esto afirma es nada menos que Juan Laurentino Ortiz, Juanele, el gran poeta entrerriano; el mismo que en Gualeguay, cuando era empleado del Registro Civil y algunos lo llamaban “el loco de la bicicleta”, dejaba sus libros de poemas apilados en un rinconcito del mostrador del almacén de don Juan José Manauta, padre de nuestro poeta, para que se los vendiera. Chacho, como apodaban cariñosamente a Juan José, nació el 14 de diciembre de 1919, en el seno una familia de profunda raigambre entrerriana, que hundía sus raíces en la negritud. Amó la poesía desde muy joven, herencia tal vez de su madre, Francisca Herrero, lectora apasionada de los grandes poetas a los que recitaba caminando por el patio de su casa. En 1938, el joven independiente y rebelde se trasladó a la ciudad de La Plata para estudiar Letras y egresó como profesor en 1942. Cuando en octubre de 1939 Hitler invade Polonia y comienza la Segunda Guerra Mundial, Manauta se afilia al Partido Comunista Argentino, convencido de su posición en la trinchera del antifascismo y abrazando la causa del comunismo internacional. Para él, literatura y política eran inseparables, ya que, como solía repetir, “el compromiso del artista, por acción u omisión, está siempre presente”. Y fue justamente su actitud comprometida uno de los rasgos salientes que mantuvo a lo largo de su larga vida y que lo llevó a sufrir persecuciones y cárcel en distintos momentos de la historia nacional. Miembro de la vieja guardia del comunismo argentino, integró el grupo de intelectuales en la época de oro del PC, junto con Héctor Agosti, Raúl Larra, Alfredo Varela, Enrique Wernicke, Raúl González Tuñón, Cayetano Córdova Iturburu, Ernesto Giúdice, y más tarde Armando Tejada Gómez, Hamlet Lima Quintana y Elvio Romero, entre tantos otros.
Su primer libro de poemas, La mujer de silencio, fue publicado en 1944 y su novela quizá más importante, Las tierras blancas, en 1956, llevada al cine tres años más tarde por el gran Hugo del Carril. Trabajó en el diario La Hora, órgano oficial del PC y en la revista Novedades de la Unión Soviética, editada por la Embajada de la ex URSS en la Argentina. Oí hablar de Manauta por primera vez a su prima, la cantante Liliana Herrero, a comienzos de los años 70, cuando la Biblioteca Constancio Vigil de Rosario albergaba e iluminaba culturalmente a la región y al país. Junto a dos grandes amigos, el “Chango” Naón y José María Nievas, viajamos con Liliana a Buenos Aires para grabar dos canciones que serían editadas en una colección de discos que publicaba la Vigil. Viajamos los cuatro en un Fiat 600 por la vieja ruta 9, cargados de instrumentos y bolsos, con la enorme ilusión y la expectativa que despertaba por entonces un viaje a la Capital, hermosa aventura que, además, incluía el premio extra de grabar con Iván Cosentino, quien dirigía artísticamente el sello discográfico Qualiton. Liliana había seleccionado dos hermosas canciones: la tonada popular Quien te amaba ya se va y Zamba del lino, con letra de Juan José Manauta y música de Oscar Mathus. Aquella tarde, ella cantó con tanta dulzura y profundidad que su voz me sigue emocionando cuando escucho, cada tanto, aquellos versos tan sentidos del Chacho Manauta: Paloma de aire y de sol / jugueteando en la llanura, / que vele por tu hermosura / un ángel agricultor. Manauta, entrerriano de ley, poeta, narrador, periodista y militante comunista, murió el 24 de abril de 2013. Con él, se fue una parte grande del alma entrerriana que tan sentidamente supo interpretar. Su obra se ha abierto merecido paso para integrar, por siempre, la galería de los “héroes del espíritu” como gustaba definir el poeta paraguayo Elvio Romero a todos aquellos artistas que “crearon los bienes indispensables para apresurar los latidos del corazón, impulsar la emoción y engendrar los ideales que el hombre necesita para vivir. ¡Honor y descanso, Maestro!”

Enrique Llopis
Buenos Aires, otoño, 2013