Enrique Llopis (Cantante y Compositor)

Rubén Naranjo

“¡Gloria de los huertos (…) / fresco naranjo del patio querido, / del campo risueño y el huerto soñado, / siempre en mi recuerdo maduro o florido / de frondas y aromas y frutos cargado!”, juego en mi memoria con el maravilloso poema de Antonio Machado y pienso en Rubén… Conocí a Rubén Naranjo a comienzos de los 70, cuando participábamos con el conjunto Contracanto, Liliana Herrero, José María Nievas y Nicolás Carrión, entre otros músicos y cantores, de las distintas actividades que organizaba la Biblioteca Vigil. Eran años de entusiasmos plurales y de sueños transformadores, y en aquel paisaje de amistad compartida “la Vigil” sacudía la cultura de Rosario y su región con su generosa presencia preñada de frutos maravillosos. Entre los tantos libros con su sello, me acuerdo de “Rosario, esa ciudad”, del que conservo la hermosa edición con tapa de cuero; los “Cuentos de Mateo Booz”; “Paraná, el pariente del mar”, y una enorme cantidad de publicaciones orientadas al ámbito educativo; pero la primera imagen de aquellas ediciones que viene a mi memoria es la de las “Poesías Completas de José Pedroni”, aquellos dos tomos que compartimos con el Chango Naón, Carlos Fredi y Luis Corniero, integrantes de Contracanto, en la entrañable casa de calle Maipú al 1900, donde nos lanzamos con toda la fuerza amorosa de la juventud a musicalizar algunos poemas del “poeta de la ternura” junto con los de Miguel Hernández y Rafael Alberti. Llegaría luego “En el aura del sauce”, la gigantesca obra de Juanele Ortiz, en tres cuidados volúmenes que “devoramos” con el Chango Naón con un entusiasmo tal, que nos llevó a viajar a la ciudad de Paraná para compartir una tarde de charla y caminata junto al río con el inmenso poeta entrerriano. Si bien en los tomos de Pedroni no aparece en los créditos editoriales el nombre de Rubén Naranjo, era un secreto a voces que detrás de aquella cuidada edición estaba la pasión de ese hombre que había hecho del mundo de los libros su mundo. Este es el primer recuerdo que guardo del hombre con nombre de fruta fresca y luz de sol.
Lo vuelvo a ver, junto a sus hijas, leyéndonos y comentándonos en el living de su casa los poemas de Juanele. Me detengo en estos detalles porque la prédica constante de Naranjo en cuestiones relacionadas con la poesía y el mundo de los poetas, así como las musicalizaciones que el Chango Naón hacía por entonces de distintos poetas, fueron para mí fundamentales en aquellos años formativos. Por eso cuando en 1987 comencé a darle forma a un proyecto que, con el nombre de Ediciones De Aquí a la Vuelta, dimos a luz en Rosario en 1989, no dudé un instante en hablar con él, para interesarlo e integrarlo al mismo. Sabía que su experiencia sería fundamental, y con Adita, su hija menor, nos reunimos para contarle a Rubén aquella hermosa locura que significaba el desafío de lanzar un proyecto editorial en esos años marcados por una inflación despiadada. Venía yo de protagonizar la obra “La Forestal” y de participar en Buenos Aires en el Centro de Estudios Históricos, Antropológicos y Sociales (CEHASS), dirigido por Rodolfo Senrra, Guillermo Magrassi y Adolfo Colombres, y estaba decidido a llevar adelante un proyecto que se llamaría: “Rosario: Historias De Aquí a la Vuelta”. Cuando Naranjo me dijo que estaba dispuesto a acompañarme, supe, tuve la certeza de que nuestra aventura editorial empezaba con solidez a dar sus primeros pasos. Él tenía el conocimiento de los temas y de las personas que podrían abordarlos con la excelencia que luego demostraron en cada trabajo. Y con él logramos conformar un equipo de trabajo irrepetible. Hoy que ha corrido mucha agua debajo del puente, queda como testimonio aquella colección de fascículos que no hubieran sido posibles de no contar con la experiencia generosa del siempre recordado y querido Rubén Naranjo.

Enrique Llopis
Rosario, otoño, 2015